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sábado, 13 de junio de 2015

SER CATEQUISTA.

Con el deseo de seguir animando e impulsando a todos los y las catequistas de nuestra diócesis de Celaya, el equipo del DIDIPAC, sigue compartiendo con ustedes las palabras y mensajes del Papa Francisco. 

El santo Padre en su mensaje a los catequistas el 27  de septiembre del 2013, nos recordó algo muy importante en la misión de un catequista: “La catequesis es un pilar maestro para la educación de la fe, y hacen falta buenos catequistas. Aunque a veces pueda ser difícil, se trabaje mucho y no se vean los resultados deseados, educar en la fe es hermoso. Es, quizás, la mejor herencia que podemos dejar: la fe. Educar en la fe, para hacerla crecer.

Por otro lado nos recuerda un elemento importante de la vida de un catequista: “«Ser» catequistas. No trabajar como catequistas. Uno trabaja como catequista porque le gusta la enseñanza… Pero si tú no eres catequista, ¡no vale! No serás fecundo, no serás fecunda. Catequista es una vocación: “ser catequista”, ésta es la vocación, no trabajar como catequista. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente en la propia vida. Y esto no es fácil. Ayudamos, guiamos al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. 

¿Qué significa este caminar desde Cristo, para un catequista?
El papa también nos habla de tres elementos importantes de lo que significa caminar desde Cristo, para un catequista:

1. Ante todo, caminar desde Cristo significa tener familiaridad con él. Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos, y dice: Permanezcan en mi amor, permanezcan unidos a mí, como el sarmiento está unido a la vid. Si estamos unidos a Él, podemos dar fruto, y ésta es la familiaridad con Cristo. 

Para un discípulo, lo primero es estar con el Maestro, escucharle, aprender de él. Y esto vale siempre, es un camino que dura toda la vida. No es un título, es una actitud: estar con Él, y dura toda la vida. Se trata de estar en la presencia del Señor, de dejarse mirar por Él.  Y esto es mucho más importante que el título de catequista: forma parte del “ser” catequista.

Ésta es una pregunta que les dejo: “¿Cómo vivo yo este estar con Jesús, este permanecer con Él?”. ¿Hay momentos en los que me pongo en su presencia, en silencio, me dejo mirar por él? ¿Dejo que su fuego inflame mi corazón? Si en nuestros corazones no está el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, inflamar el corazón de los demás? Piensen en esto.

2. El segundo elemento: Caminar desde Cristo significa imitarlo en el salir de sí e ir al encuentro del otro. Ésta es una experiencia hermosa y un poco paradójica. ¿Por qué? Porque quien pone a Cristo en el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te descentra y te abre a los demás. Éste es el verdadero dinamismo del amor, éste es el movimiento de Dios mismo. Donde hay verdadera vida en Cristo, hay apertura al otro, hay salida de sí mismo para ir al encuentro del otro en nombre de Cristo. Y ésta es la tarea del catequista: salir continuamente de sí por amor, para dar testimonio de Jesús y hablar de Jesús, predicar a Jesús. 

El corazón del catequista vive siempre este movimiento de «sístole y diástole»: unión con Jesús y encuentro con el otro. Son las dos cosas: me uno a Jesús y salgo al encuentro con los otros. Si falta uno de estos dos movimientos, ya no late, no puede vivir. San Pablo decía: «El amor de Cristo nos apremia», pero este «nos apremia» también puede traducirse como «nos posee». Así es: el amor te atrae y te envía, te atrapa y te entrega a los demás. En esta tensión se mueve el corazón del cristiano, especialmente el corazón del catequista. Preguntémonos todos: ¿Late así mi corazón de catequista: unión con Jesús y encuentro con el otro? ¿Con este movimiento de “sístole y diástole”? ¿Se alimenta en la relación con Él, pero para llevarlo a los demás y no para quedárselo él? Les digo una cosa: no entiendo cómo un catequista puede permanecer firme sin este movimiento.

3. Y el tercer elemento: caminar desde Cristo significa no tener miedo de ir con Él a las periferias. ¡Dios no tiene miedo! ¡Va siempre más allá de nuestros esquemas! Dios no tiene miedo de las periferias. Y si ustedes van a las periferias, allí lo encontrarán. Dios es siempre fiel, es creativo. Por favor, no se entiende un catequista que no sea creativo. Y la creatividad es como la columna vertebral del catequista. Dios es creativo, no está encerrado, y por eso nunca es rígido.  Nos acoge, sale a nuestro encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, hay que saber cambiar para adecuarme a las circunstancias en las que tengo que anunciar el Evangelio. Para permanecer con Dios, hay que saber salir. Si un catequista se deja ganar por el temor, es un cobarde; si un catequista se queda impasible, termina siendo una estatua de museo: ¡y tenemos tantos! Por favor, nada de estatuas de museo. Si un catequista es rígido, se hace apergaminado y estéril. Cuando los cristianos nos cerramos en nuestro grupo, en nuestro movimiento, en nuestra parroquia, en nuestro ambiente, nos quedamos cerrados y nos sucede lo que a todo lo que está cerrado; cuando una habitación está cerrada, empieza a oler a humedad. Y si una persona está encerrada en esa habitación, se pone enferma. Cuando un cristiano se cierra en su grupo, en su parroquia, en su movimiento, está encerrado y se pone enfermo. Si un cristiano sale a la calle, a las periferias, puede sucederle lo que a cualquiera que va por la calle: un percance. Pero les digo una cosa: prefiero mil veces una Iglesia accidentada, y no una Iglesia enferma. Una Iglesia, un catequista que se atreva a correr el riesgo de salir, y no un catequista que estudie, sepa todo, pero que se quede encerrado siempre: éste está enfermo. Y a veces enfermo de la cabeza… 

Jesús dice: Vayan, yo estoy con ustedes. Aquí está nuestra belleza y nuestra fuerza: si vamos, si salimos a llevar su evangelio con amor, con verdadero espíritu apostólico, con parresía, él camina con nosotros, nos precede, -lo digo en español- nos «primerea». El Señor siempre nos “primerea”. 

Queridos catequistas,  permanezcamos con Cristo,  tratemos de ser cada vez más uno con él; sigámoslo, imitémoslo en su movimiento de amor, en su salir al encuentro del hombre; y vayamos, abramos las puertas, tengamos la audacia de trazar nuevos caminos para el anuncio del Evangelio.

(Cnfr. Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el congreso internacional sobre la catequesis, 27 de septiembre de 2013)
EQUIPO DIDIPAC

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