Queridos lectores de Redes, reciban un saludo de parte de todo el equipo DIDIPAC, de esta nuestra Diócesis de Celaya, quienes agradecidos con ustedes, les invitamos a leer el siguiente mensaje que con gusto compartimos para todos. Gracias y que juntos construyamos una Iglesia, que busca la comunión fraterna.
“La convivencia humana es el encuentro continuo de muchos ojos, de muchos oídos y de muchas palabras que se juntan para hacer circular la vida y compartirla” (P. Francisco Merlos A.)
Nuestra vida cotidiana ha de ser un encuentro, una convivencia que nos brinde la oportunidad de crecer y palpar el amor misericordioso de Dios en nuestras vidas, capacitándonos para crear vida y compartirla. Sin embargo, hoy en día, nos encontramos inmersos en una realidad que aturde, llena de ruidos, de distractores que ofrecen felicidad momentánea. La vista se ha vuelto superficial, ya no alcanzamos a mirar y ser sensibles a las realidades de vida, que nos piden respuestas, que a gritos claman atención. Escuchar ya no es algo que sea importante, ahora es estar sumergidos en tantos ruidos que ahogan las voces de vida.
Muchas de nuestras palabras son vacías, ya no van llenas de sentido, de vida, de ánimo, de fuerza, de aliento, de esperanza, no tienen incidencia en la realidad, tan necesitada de palabras que cimbren, cuestionen e inviten al cambio desde Dios y que devuelvan sentido a la existencia. Existen muchos silencios, que solo conducen al aislamiento, al individualismo, el permanecer enajenados y anestesiados, solo estar en mi yo (ego), y los demás no existen.
Tal realidad, nos es urge a dejarnos mirar y tocar por Dios, escuchando continuamente su Voz, para poder así dar a los demás la vida que necesitan. Pues Dios, es nuestra fuerza, nuestro aliento y principal alimento. Y nosotros como catequistas, hemos de ser hombres y mujeres de oración, de encuentro continuo con Jesús, pues solo desde él, podremos Ver-Mirar, Escuchar y Hablar. Nuestro ser y misión de catequistas nos exige ser Profetas con todas estas características.
Hemos de estar en contacto cercano con la humanidad, con todo lo que nos rodea, que nos haga sentir que somos parte de ella, y que sintiéndonos así, nos comprometamos a mirar, escuchar, hablar, cuidar, acompañar, sanar y amar esta nuestra débil humanidad. Con nuestra vida evangélica, contrarrestamos lo negativo que destruye y que debilita. “Los catequistas igual que los profetas, que Jesús, y los discípulos, entregan la Buena Nueva mirando, oyendo y hablando”. (P. Francisco Merlos A.)
Un verdadero catequista, es aquel que sabe ser sensible a las realidades, estando atento para mirar los signos de los tiempos, escuchando la Palabra de Dios y llevarla a la práctica, hablando con la verdad que libera y no esclaviza, que no se engaña y por consecuencia tampoco engaña a los demás. No se puede ser un catequista-profeta, sino se está en constante unión-relación con Jesús. Esto hemos de tenerlo claro.
Finalmente, pidamos a Dios, por intercesión de María Santísima, que anime nuestro ser de profetas, y fortalezca nuestra identidad de catequistas, para que podamos, Mirar, Escuchar y Hablar. Que seamos constructores y constructoras del Reino de Dios en este nuestro mundo de hoy, siempre en busca del bien común, sembrando virtudes evangélicas que le den sentido y dignidad a la vida.
Dios los bendiga y mucho ánimo!!!.
ATTE. EQUIPO DIDIPAC.