Queridos Catequistas:
Con cariño los saludamos deseando que este tiempo de preparación a la Pascua del Señor sea muy favorable para el encuentro con el Señor y darlo a conocer con entusiasmo, experimentando el amor misericordioso de nuestro Dios, que desea ardientemente la salvación de todos los hombres y mujeres.
Continuaremos retomando nuevamente una parte de la Guía de Formación para los Catequistas de México, en esta ocasión el número 90.
Oportuno es el tema de hoy, en el contexto del 40 Aniversario de nuestra Diócesis. Es importante que los catequistas hagamos nuestro el proyecto evangelizador de la Iglesia y su celo por el Reino, alimentando nuestra conciencia de pertenencia, de ser enviados y servidores de la comunidad cristiana, ya que hemos sido constituidos por Cristo como nuevo pueblo para anunciar sus maravillas y obtener la salvación (Cfr. LG 9).
No realizamos la catequesis por iniciativa personal, ni de manera aislada, sino que hemos recibido del Señor un llamado, una vocación y un envío al servicio de la comunidad, de la que formamos parte y a la que estamos unidos. Nos dice el documento de Aparecida: “No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias… Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria…” (DA 278 d).
Hemos de dejarnos conducir a una maduración permanente en nuestro servicio, desarrollando nuestra capacidad de relación y de comunión, de trabajo en equipo, con mentalidad abierta ante quienes piensan diferente en planes y propuestas catequísticas y pastorales, sin caer en desánimos.
Es necesario que seamos comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor, pues solamente desde Él nace en nosotros la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los miembros de la comunidad… Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral (Cfr. DA 368).
Aquí se hace patente la espiritualidad de comunión y participación, en la que cada uno de los miembros de la comunidad reconoce y promueve los carismas recibidos en orden a la edificación de los demás reconociendo las semejanzas, aceptando las divergencias y facilitando la interdependencia. Al mismo tiempo que cada grupo o centro de formación de catequistas se integra como un órgano vital a todo el Cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia.
El mensaje de los Obispos en Aparecida es muy acorde a lo mencionado: “La diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás para que circule la caridad (1 Cor 12, 4-12). Cada bautizado, en efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diversidad de funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento de reconciliación y paz para nuestros pueblos” (DA 162).
Por nosotros mismos no podemos vivir la comunión. La Santísima Trinidad es la fuente y el modelo de comunión en la Iglesia: “Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en ‘la comunión con el Espíritu Santo’ (2 Cor 13, 13).
La comunión de la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra y con el Pan del Cuerpo de Cristo. En la Eucaristía se alimentan las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de comunión”.
Nosotros, miembros de la Iglesia, como “comunidad de amor”, estamos llamados a reflejar la gloria del amor de Dios, que es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sienten convocados y recorren la hermosa aventura de la fe. ”Que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea” (Jn 17, 21). La Iglesia crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor” (Benedicto XVI) (Cfr. DA 159).
Nos dice a los catequistas el Cardenal Bergoglio, ahora nuestro Papa Francisco:
“Renovarán su vocación, confirmarán su misión. Pedirán la gracia de ser instrumentos de comunión, para que haciendo de la Iglesia una Casa de todos, puedan hacer presente la ternura de Dios en las penosas situaciones de la vida…”
“Les pido que no vean reducido su campo evangelizador a los catequizandos. Ustedes son privilegiados para contagiar la alegría y belleza de la fe a las familias de ellos. Háganse eco en su pastoral catequística de esta Iglesia… que quiere vivir en estado de misión. Miren una y mil veces a la Virgen María. Que ella interceda ante su Hijo para que les inspire el gesto y la palabra oportuna, que les permita hacer de la catequesis una Buena Noticia para todos, teniendo siempre presente que “la Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción”.
Que vivamos la Pascua profundamente unidos a Jesús y en comunidad. Dios los bendiga.
Queridos Catequistas:
Les recordamos que el Encuentro Diocesano de Catequistas
se realizará, Dios mediante:
Zona norte: El domingo 18 de mayo de 2014, en el Auditorio Mariano Abasolo, Dolores Hidalgo, C.I.N.
Zona sur: El domingo 25 de mayo de 2014, Casa El Buen Pastor- Leandro Valle 422, Celaya.
Favor de inscribirse ahora con sus coordinadoras parroquiales.
Recuerden que este Encuentro es pensando en ustedes
¡¡LOS ESPERAMOS!!
Equipo DIDIPAC