LA IGLESIA PEREGRINA LLAMADA A LA CONVERSIÓN
“Por tanto, si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios, piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán con él, llenos de gloria”. Col. 3,1-4
MUY QUERIDOS CATEQUISTAS
Después de haber leído y profundizado el mensaje del Papa Francisco para este tiempo, ahora les ofrecemos uno de los temas del folleto de Cuaresma- Pascua, para que, unidos, podamos ser una Iglesia en conversión. Sigamos meditando lo que Dios nos está pidiendo día con día, a fin de ir mejorando en nuestra vida espiritual, y así cumplir la voluntad de Dios, que se manifiesta en los hermanos.
Sabemos que somos una Iglesia peregrina, y por su condición de peregrina muchas veces no caminamos en dirección a Jesús. En el camino nos sucede como el pueblo de Israel por el desierto, que confunde el Dios verdadero con ídolos construidos por ellos mismos, pero llega un momento en que nos damos cuenta de que vamos en dirección equivocada. Por eso es necesario preguntarnos: ¿Qué es bueno cambiar en mi vida personal y en mi vida como Iglesia? Podemos ver este tiempo como una oportunidad para pasar de una generación de católicos pasivos, poco comprometidos… a una generación de católicos más fiel al Señor, capaces de dejar lo viejo y seguir a Jesús “con un renovado entusiasmo”, contagiando a los alejados de la Iglesia (o abandonados por nosotros) e invitarlos a abrazar la fe en Jesús y su proyecto de amor.
A los seres humanos nos resulta difícil cambiar ciertos hábitos en la vida, y también nuestra forma de pensar. En los acomodados, en los que suelen decir: “así siempre ha sido”, los cambios resultan más difíciles. También nuestra vida católica es tan monótona muchas veces, que nos acostumbramos a lo de siempre: ir a Misa, rezar el Rosario, pertenecer a un grupo parroquial, etc. Lo que hacemos sin duda es bueno, pero, ¿realmente estoy siendo fiel al Evangelio de Jesucristo, realmente mi manera de vivir, mi manera de ser Iglesia y lo que hago me acerca Dios y a mis hermanos?
Volver a Jesús el Cristo
Como Iglesia peregrina, estamos llamados a reflexionar en la urgente necesidad de volver la mirada a Jesús. Nos urge un cambio desde dentro. Necesitamos una profunda conversión eclesial, comunitaria y personal. El giro que necesitamos los cristianos católicos, consiste sencillamente en volver a Jesucristo: centrarse con más verdad y fidelidad en su persona y en su proyecto del Reino de Dios. Pero esta conversión no es un esfuerzo que se le pide sólo a la jerarquía, una aportación que se les ha de exigir a los religiosos/as o a los laicos comprometidos, es una conversión a la que está llamada hoy toda la Iglesia. Una conversión que hemos de iniciar ya las generaciones actuales y que hemos de transmitir a las generaciones futuras.
¿Cómo podemos volver la mirada a Jesús?
Volver a Jesús es transformar la relación con Él, volver al "primer amor", dejarnos "alcanzar" por su persona. Porque una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, un Jesús que no enamora ni seduce, que no llama ni toca los corazones, es una Iglesia sin futuro, una Iglesia que se irá envejeciendo, apagando y olvidando en la sociedad.
Volver a Jesús tiene sus exigencias y sus frutos concretos. Significa buscar en Jesús la identidad más profunda de la Iglesia. No importa nuestro lugar, nuestro cargo o responsabilidad en el interior de la Iglesia. A todos se nos invita a colaborar en esta tarea difícil, pero atractiva, de pasar en la historia de nuestra Iglesia a una fase nueva, más fiel a Jesucristo. Todos podemos contribuir a que en la Iglesia del futuro se le sienta y se le viva a Jesús de manera nueva. Podemos hacer que la Iglesia sea más de Jesús a través de nuestra vida, gestos, palabras y actitudes. De modo que los que nos rodean, descubran en nosotros un verdadero católico seguidor de Jesús, evidenciando así lo que nos dice el mismo Jesús: “Por sus frutos los reconocerán” (Mt 7, 16).
Reavivar la esperanza
Hoy se necesitan testigos nuevos de Jesús que inicien caminos nuevos en la historia de la Iglesia; parroquias que empiecen a sugerir y preparar, con su vida y sus compromisos, tiempos nuevos para la Iglesia; comunidades que se esfuerzan por tejer nuevas relaciones de fraternidad, construyendo así la comunión; una Iglesia capaz de promover y generar una nueva manera de percibir el Evangelio. Hemos de iniciar caminos nuevos que reclaman de nosotros mayores niveles de fe, de esperanza y de conversión. Caminos que, poco a poco, van trasformando y preparando una Iglesia nueva, más purificada y más fiel a Jesús.
Hemos de aprender a vivir cambiando y a darle forma al cambio. Los comienzos son siempre frágiles y difíciles. Pero necesitamos arraigar profundamente nuestra fe en el Dios de Jesús, porque sólo así seremos capaces de un nuevo comienzo. Sólo en Él vamos a poder encontrar fuerzas para gastar la vida, para que su proyecto del Reino de Dios siga vivo en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestra Diócesis, en nuestra Iglesia universal y en nuestro mundo.
Confiando en la gracia de Dios que siempre está con nosotros, ayudémonos para que con nuestra fidelidad le agrademos a Él, solidarizándonos con aquellos hermanos nuestros que están sufriendo diferentes acontecimientos, y así logren un encuentro profundo con Dios misericordioso que tanto los ama.
Equipo DIDIPAC