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viernes, 26 de junio de 2020

3er aniversario Luctuoso Pbro. Lucio Pérez López

 P. Lucio Pérez López
(1977 /  + 2017)

“En un momento te das cuenta que la vida no es la misma, y está la incertidumbre cuando te dan un mes de vida. Por eso vive y vive bien, porque la vida cambia todos los días”. 
 P. Lucio Pérez López

Me llamo Lucio Pérez López.
Soy hijo de Felipa López (+) y Serafín Pérez (+), que de Dios Gocen. Nací el martes 13 (lo bueno que no soy supersticioso jajaja… ) de diciembre de 1977, en la ciudad de Dolores Hidalgo, cuna de la Independencia Nacional, y tierra de grandes acontecimientos históricos y soy yo, parte de esta historia. Mis hermanos y hermanas son María del Socorro, Salvador (+), María del Refugio Elvira Mayela, yo, y Gerardo, así como podrán ver soy el quinto de seis.

Quiero contarles algo de mi infancia, como todo niño, sobrino de un sacerdote, me la viví en los templos viajando con mi tío Pérez Parra, paseo al cerro, al campo, a Apaseo el alto y San Luis de la Paz. Ahí viví con mis abuelitos, tiempos aquellos. Mucho trabajo, la casa de mis papás carecía de los servicios, no había agua ni luz, pero vivía contento, es de las cosas que piensas y dices “no hace falta más”. Solo tuve la posibilidad de ir un año al jardín de niños, donde jugaba con los demás niños, pero cabe mencionar, pero cabe mencionar que ahí vino un primer alejamiento de la familia.

La primaria la realicé en Dolores Hidalgo, jugaba, aquí me separé un poco de mi tío, solo lo acompañaba en vacaciones, pero encontré nuevos compañeros y también con el paso del tiempo encontraba nuevas responsabilidades, iba creciendo y dejaba de ser el niño que esta solo para jugar y pasa a ser el niño que ya puede apoyar en las actividades de la casa a parte de las tareas.

Mi adolescencia:                                                                                                                                      Como olvidar la secundaria porque es una etapa de nuevas experiencias, no tuve novia, ya hasta sentía pendiente, lo bueno que tampoco tenía novio.
Comienza la etapa de salir con los amigos, travesuras más grandes y más pensadas echarse la pinta y cosas que hace cualquier adolescente de secundaria. Me gustaba el futbol y en vacaciones como todo buen dolorense trabajaba la cerámica, ahí comencé a recibir mis primeros sueldos, una parte era para mí y otra era para ayudar a mis papás. Escuchaba a los maestros que me pedían que le echara ganas a la escuela. Este fue un tiempo donde valoro mucho a los amigos.

Después de tres años de secundaria, logre ingresar en la preparatoria ¿qué creen?, comenzó la invitación para ingresar al seminario, pera la invitación decía, pero primero termina la preparatoria, porque en ese tiempo, el seminario no estaba incorporado a la secretaria, no tenía validez oficial la preparatoria y mejor estudiar por fuera y no perder tres años así nada más. El estar afuera ayudó para reafirmar lo que yo estaba buscando, así que no me apresuré a entrar al seminario, estudié y si iba a entrar el momento llegaría solo.

La preparatoria tiempo de muchos amigos, salidas y empecé a pensar qué era lo que en realidad quería.
Comencé el contacto con el PENTATLON (escuela de formación ciudadana), este me gustó por la disciplina militar y el deporte. Viví muchos momentos significativos en las competencias, exigencias personales y físicas.
 En sí, me gustaba todo el deporte que se realizaba. Lo disfrutaba. Les cuento que la generación de este reclutamiento, la mayoría se fue al ejército y yo, pues al seminario, también a ser soldado, pero de Dios. Porque al final no me llamó la atención el ejército, sino el seminario. Debo mencionar que, aunque no fui al ejercito, cada año, sin falta, me en cuartelo una semana, con la finalidad de continuar con el deporte, la disciplina y los cursos ahí se ofrecen.

En 1996 casi a punto de entrar al seminario, muere mi hermano Salvador, me tocó compartir este momento difícil con él. Pero a pesar de eso tenía una decisión tomada e ingresé al seminario a estudiar filosofía, tres años compartí con doce compañeros, con ellos tuve muy buena relación y casi no había fricciones a pesar de compartir 24 horas con ellos. Aquí si había más exigencia, en cuanto a los estudios, pero también el seminario exige una adaptación, una manera de vivir, y yo me encuartelo, puedo decir que la exigencia es mayor que el mismo ejército. Aquí valoré a mis compañeros, se salieron 5, y esto provocaba en mi tristeza y crisis, y me preguntaba si yo debía seguir.

Aunque en la preparatoria teníamos servicio social, en el seminario tenemos un servicio que se llama “pastoral”, es un momento para encontrarme con las personas, y para el que va ingresando es una novedad el compartir experiencias de Dios con la gente y el trabajo en las parroquias. Hay un contacto directo con los sacerdotes, que ya no era solamente mi tío, y sin embargo, entablaba relación de amistad con ellos. Para mí muy rico poder conocer las experiencias de los sacerdotes, pero era muy interesante conocer las experiencias de las personas.

El seminario, es estudios, convivencia, discusiones, sueños, ilusiones, a veces te toca barrer, servir, cocinar, lavar baños, jugar, viajar y en pocas palabras, el seminario es un tiempo para compartir la vida juntos, un tiempo para ser compañeros, para hacer amigos, pero también encuentras nuevas responsabilidades. En el seminario realmente se nos forma para crecer y en un momento dado elegir.

Teología:                                                                                                                                                    Un cambio drástico. Vas apuntando a lo que quieres y te das cuenta que la cosa va en serio. La responsabilidad crece más y la exigencia en los estudios es mayor, para los que piensan que solo estamos en el seminario para aprender decir misa, les digo que están muy equivocados. Nos preparamos, humana, espiritual, intelectual y pastoralmente durante todos estos años, y aun así nos equivocamos, pero nosotros hacemos lo que nos toca y Dios hace el resto. Es un tiempo para reafirmar la vocación.
A pesar de esto, vienen unos cuestionamientos como, si realmente este era mi camino, o quizá solo jugaba o mejor debía haber hecho mi carrera porque la filosofía seguía siendo sin validez oficial, yo era un bachiller para la secretaria y nada más.
Lo significativo de esta etapa fue cuando pedí los ministerios porque ya es el momento de dar un sí y para mí, fue darlo completamente. Me di cuenta de la responsabilidad que adquirí libremente.

Me ordené sacerdote en el año 2004. Ha llegado el momento de trabajar. Cuento con mi familia, pero aquí hay un momento difícil para mí, yo ordenándome y mi mamá no está conmigo, ella está en cama, mi papá en cama, así que imagínense la alegría, pero al mismo tiempo el dolor, dos personas importantes en este momento de felicidad no están conmigo. Y más difícil cuando termina la celebración de mi ordenación sacerdotal y el señor obispo don Lázaro me dice “Padre Lucio, vete con tu mamá, se está muriendo de cáncer, no te quedes ni a la fiesta, vete y celebra con ella en tu casa”. Esto me lo dijo el día de mi ordenación, y así fue, la primera misa que celebré fue en mi casa, en mi patio, con mis familiares, conocidos, vecinos, con mi papá postrado y mi mamá muriendo.
Me ordené el 2 de octubre y mi mamá murió el 1 de noviembre. Muy significativo que la primera misa que celebre fue para mi mamá, la mujer que me permitió que viviera y fuera sacerdote, gracias al don de la vida que ella me dio.
Olvidé decir algo importante, mientras estudiaba la teología el rector me dijo: “Lucio vete al Centro de Especialidades Médicas, tu papá tuvo un accidente, y tiene un derrame cerebral”, que impresión. De ahí fueron 8 años en cama.
Mi ministerio lo comencé con ese pensamiento: mi mamá muy enferma de cáncer terminal, y mi papá postrado.
Comencé a servir en Comonfort, y aunque termine de estudiar, es momento de aprender. Comencé con muchos bríos. Y que experiencias con la gente, sus sentires, sus ilusiones, sus sueños, sus alegrías, tristezas, luces y sombras. Gente que te quiere, gente que no te quiere y mucha exigencia en el trabajo y compañerismo con los hermanos. Momentos de convivencia y a veces también enojos. Pero a pesar de todo, ahí vamos caminando.

Disfruto mucho las vacaciones a la playa, la convivencia con los amigos, los retiros, salir a descansar cada 8 días, ir al cine, centros comerciales con familiares o familias. Los momentos bonitos los vivo con mi familia en las comidas que se organizan o simplemente cuando nos sentamos a platicar. Como pueden ver soy un ser humano, normal. Un hombre normal y no porque lo dice Espinoza Paz, sino porque en realidad soy humano.

Algunas vivencias:                                                                                                                                                                        La convivencia con la gente, algunos se van agradecidos, otros simplemente se van. Les cuento de una viejecita, que me agradeció porque confesé a su hijo que toda su vida no se había confesado y encontró confianza con “usted padre Lucio”, una mujer agradecida y con los padres, lo significativo es compartir el trabajo.

Hay muchas anécdotas, pero eso lo poder escribir en otro momento, por lo pronto estoy contestando solo algunas preguntas que me están haciendo Susy y el padre Arturo. Y después de esto creo que si me gustaría escribirlas.
Ahora tengo que decirles que soy una persona de esperanza, de entusiasmo, y más llena de Dios.
Fui nombrado administrador de la resurrección. Ahí llegué a un punto en el que pensé que la responsabilidad era muy grande y acepto el reto, pero con cierto temor. Y el momento más difícil fue cuando me nombraron párroco en la parroquia de San Felipe de Jesús en Celaya, difícil por la responsabilidad, por lo administrativo, porque ahora estoy solo. Se me pide más entrega. Y para completar, me detectan diabetes un día antes de la toma de posesión. Y me pregunto, ¿realmente poder ejercer el cargo? Y estuve a punto de renunciar, por la enfermedad, pero al fin no lo hice. Porque Dios y yo, somos muchos. Y me digo yo solo, ¡eso es todo don Lucho!
Dentro de esta etapa otro golpe duro, la muerte de mi papá Serafín. Después de 8 años de postración, el Señor lo llamó a su presencia, a descansar.

A los tres años de estar en esta parroquia, me comencé a sentir un poco mal. Se me quito el hambre, cabe señalar que yo era aficionada a las tortas de tamal, a las tortas de torta, a las tortas de taco, pero ahora ni eso quería, y eso si para mí fue preocupante. Aunque tenía fuerzas y ganas, comencé a sentir dolores en la espalda por lo que fui al médico y solo me receto pastillas para el dolor y tranquilizantes. El dolor persiste, y ahora más fuerte y comienzo a perder la sensibilidad en gran parte de mi cuerpo, camino con dificultad. Me hago unos estudios y en octubre del 2016 me comunican lo que nadie quiere escuchar “padre tiene cáncer”, comenzó en la columna vertebral, de ahí se fue a algunos huesos, costillas, pulmón y vena Orta. Por este motivo no pude caminar, solo por eso. Fue un golpe muy duro para mí, pero también había algo que me decía que tenía que salir adelante. El médico que me trato me operó el 11 de noviembre diciéndome que “no tenía muchas esperanzas de vida”, lo bueno que los médicos no son Dios, sino, habríamos muchos muertos. Esto lo dijo por lo avanzad de la enfermedad y porque la ciencia también se equivoca.

Después de la operación, viene la conciencia de la enfermedad, es decir, la preocupación por el cáncer, sin embargo, la fe y la entrega a Dios ayuda mucho. A tal grado que la enfermedad pasa a un segundo plano. El primer plano y la primera preocupación es volver a caminar y desde luego volver a las actividades y a la vida normal, aun con el cáncer. Porque a fin de cuentas es una enfermedad.

Descubrí algo muy importante que quiero contarles:
Para mí, todos vivimos u cierto plano, dentro de nuestra vida todo está bien, pero una vez que pruebas una enfermedad como esta, bajas a un plano en el que la vida ya no es la misma, es cuando ves, que lo que realizas tal vez ya no tiene sentido y hasta un simple gesto de sonreír te cuesta bastante. Aquí comprendí que mucha gente al no salirse de este plano, puede hasta perder la vida.

Nos quedamos en lo ordinario, trabajas, estudias, comes, juegas, te enojas, sonríes, etc., y de repente te sientes en un agujero, de un momento a otro estoy muriendo. Mi mayor deseo ahora es caminar y seguir con mi ministerio, a pesar de todo quiero seguir luchando.

La vida ya no es igual si sigues viviendo y más cuando hay una operación de por medio. Hay un giro total en tu vida. Frustración en primer momento. Te entristeces, te enojas. En un momento te das cuenta que la vida no es la misma y es la incertidumbre cuando te dan solo un mes de vida.

Hemos identificado el cáncer con muerte. Pero yo tuve una seguridad IBA A VIVIR y aquí sigo. Y estoy en una silla, pero sigo de pie, porque quiero seguir de pie y seguir luchando. A tal grado que el médico que me operó continúo viéndome después de la operación muy sorprendido, sorprendido que continuara recuperándome. Y claro, ante una enfermedad así, tu deseas agarrarte de cualquier palabra, circunstancia, situación o algo para salir adelante. Por lo pronto yo me agarre de Dios, si Dios lo permite seguiré caminando.

Ahora veo la vida diferente, trato de vivir al máximo el momento, disfrutarla, y desde luego si Dios permite salir adelante tratar de echarle más ganas a la vida. Aunque te das cuenta que no eres nada y de la noche a la mañana puedes dejar este mundo, sino hasta por un accidente o por cualquier cosa. La vida puede ser tan corta.
Mi mayor reto por ahora es VIVIR. Hoy cada día que pasa es un reto. Todos los días estoy en guardia por algún malestar, por alguna situación o por otra una enfermedad, que puede complicar el camino que ya tengo avanzado.
Me visualizo con mi familia. Encontré en el camino personas muy buenas, que han querido compartir su vida conmigo, y han estado conmigo en este momento difícil, como en los momentos felices. Sin esta familia que me cuida, creo que hubiera sido más difícil luchar, pero ellos me apoyan y me motivan todos los días a seguir adelante. Aunque a veces pareciera que no los escucho, siempre tomo sus palabras y en la noche y el silencio las repaso, para que el día siguiente sea mejor, gracias por cuidarme.

Desde la experiencia de hora, puedo comprender a los enfermos, hay veces nos acercamos a un enfermo, pero en realidad, no sabemos lo que está pasando. Ahora puedo entenderlo.

No sé cuánto tiempo viviré, pero el tiempo que viva, viviré de la mejor manera y si me agarra la muerte, que me agarre de pie, nunca postrado. Por eso hoy te puedo decir vive y vive bien. Porque la vida cambia todos los días.

                                                                    Apaseo el Grande, Guanajuato. Jueves 8 de junio de 2017.

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